martes, 20 de septiembre de 2011

Aquella cruel obsesión

Él fumaba, indiferente como siempre. Ella conducía el auto, con la vista nublada por el alcohol.
- ¿Vamos a hacer el amor? Preguntó él. Y ella le dijo: - Sabés que sí.
- ¿Entonces que esperás para parar?, volvió a preguntar él.
Ella se mordió los labios. Gritaba por dentro, deseando que él escuchara. No recordaba cómo había comenzado la noche y porqué él ahora estaba en su auto, se sintió una estúpida.
Sin decir nada, obedeció y estacionó el auto en las afueras del pueblo. Él apagó la radio, siempre le molestaba la música que pasaban. Ella lo besó bruscamente. Pensó que nunca había sentido esa necesidad inmediata de desnudarlo.
Lo tocó mucho, lo rasguñó fuerte, tenía mucha bronca y quería tratarlo mal por lo mal que él la hacía sentir. Le hizo el amor como lo hace una prostituta, quería verlo a punto de explotar. No duró mucho, él nunca duraba mucho. Y a ella nunca le importaba demasiado.
Ninguno de los dos dijo nada, se quedaron desnudos y transpirados. Ella  intentaba ver la luna entre los vidrios empañados y él se apoyó en sus piernas. Sintiéndolo roncar lo observó en detalle. Pensó en lo hermoso que era, en cuánto lo deseaba y en todo lo que daría por ser dueña de al menos una parte de él. Pensó también en su increíble capacidad de hacerse amar y odiar al mismo tiempo.
Lloró en silencio. Sabía que no sería la última noche, nunca lo había sido.

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