sábado, 17 de marzo de 2012

La cena triste


Ahora me dejás con un plato vacío y una cena triste.  Escuchándome llorar, pidiéndote que te quedes, me ves arrodillarme rogándote, sintiéndome una idiota.

Vos construís lo inimaginable, lo inalcanzable, lo que soñaste tantas veces en tantas camas diferentes.
Evadís lo que amaga a tirar todo abajo y sonreís.
Vos le das forma a un mundo perfecto, del que sólo vos sos el creador.
Sabés y tenés en claro qué pieza va en cada lugar, la ubicás justo donde corresponde, sin siquiera titubear.
Vos escribís el paso a paso y no permitís que nadie lo modifique.

Y ahora me dejás con el castillo a medio hacer, con instrucciones mediocres de cómo seguir.
Me dejás pensándote hasta en sueños. 
No querés tirar más del cordón que se estiró demasiado.

Ahora sólo me quedan huellas en la piel, lágrimas secas y un dolor que no había sentido antes.
Sólo eso y una cena triste, con dos platos vacíos, una vela apagada y un vino sin abrir.

Prefiero irme a la cama con el estómago vacío.