sábado, 17 de diciembre de 2011

Mi piel se detuvo


Mi piel se detuvo en el momento exacto en el que cayó la primera gota de lluvia. En sólo ese instante supe que algo había cambiado. Apoyé mi nariz en la ventana y miré afuera, intentando escuchar un sólo sonido que me explicara lo que estaba pasando. Un grito que nunca salió de mi boca se ahogada y presionaba en mi interior, produciéndome dolor. Tal vez era tarde, tal vez por eso nadie caminaba por las calles.

¿Sabía mi cuerpo lo que estaba pasando? ¿Por qué se estremecía, por qué se quebraba?

La lluvia se hacía cada vez más constante, más intensa y  a mis ojos les costaba mantenerse abiertos.  Mi mente divagaba entre explicaciones, intentando encontrar al menos una real, sólo una que la tranquilizara.
Recordé una primera vez, una primera caricia olvidada en el tiempo y algunos besos de una boca con sabor a alcohol. Pero los recuerdos no eran claros, parecían de alguna época lejana y aunque intentaba mantenerlos conmigo se volaban.

Mi piel se detuvo y algo no era igual. Cerré las cortinas y a mis ojos les costó ver en la oscuridad, tal vez ya no veía, tal vez por eso no vi a nadie. Traté de tocar las sábanas desprolijas, de sentir un olor que en algún momento me había sido familiar. Recorrí la habitación con todos mis sentidos, buscando algo que no sabía qué era, sólo buscando. Pero no encontré nada.

¿Qué era eso que no estaba? ¿Qué había dejado un espacio sin ocupar?

Mi piel se detuvo en el momento exacto en el que la rozaste por última vez, y supe que no se volvería a despertar.

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